Hola! Me parece que el asunto de conocerse a si mismo implica conocer que uno es un ente cambiante, como el Barco de Teseo, que la identidad es un constructo cambiante, no fijo, y que nuestra "mente" es un conjunto de pensamientos, muchas veces inconexos y aleatoreos
Esto es demasiado real, Sebastián! Pueden existir dos verdades completamente diferentes al mismo tiempo, de eso se trata la vida! El mundo no es blanco y negro.
Esto me recordó justo a el primer post que escribí acá. Habla un poco de como la realidad es subjetiva a lo que cada quien considera "verdad". Te dejo el link por si quieres echarle un vistazo
Pienso que LA VERDAD, COMO LA REALIDAD, ES UNA. Somos nosotros, cada uno con su perspectiva vital e histórica, que las interpreta y asume de forma distinta. Y en el diálogo e intercambio abierto, podemos acercarnos a la verdad, la realidad... Y una vez que la hayamos asentado como verdad inconmovible, desde otro momento histórico y otras herramientas de análisis, alguien (muchos) llegarán a la conclusión que las pirámides de Egipto, que todos hoy reconocemos e interpretamos de formas semejantes, en realidad serían otras "cosas" y con significados diferentes.
ALGUNOS DE "los muchachos de antes no usaban gomina"... Muchos, los del Río de la Plata, conocen la frase entrecomillada.
Yo era uno que no la usaba. Con mi cabello bien crespo, ese gel que en una buena peinada te dejaba el cabello tieso, no resultaba adecuado. Tenía unos 12 años, cuando por primera vez, invitado por un vecino de mi edad, acudí a una peluquería. Antes, mi cabeza había pasado por la hábiles tijeras de mi abuelo materno, y después de mamá, que heredó esas herramientas.
Yo ya conocía-reconocía mi rostro en el espejo, de memoria. ¿Era mi rostro (¿era yo?), o lo que mis antecesores habían "fabricado" conmigo, que era la materia prima?
Ya en el taller-comercio del peluquero, dejé, como siempre, que el de las tijeras hiciera. No me llamó la atención cuando en el momento de peinar me pusiera la bendita gomina. Pero el espejo me dijo: "¡Ése no sos vos, Eduardo!".
Sin atreverme a abrir la boca ante ese veterano amable, cuidadoso, y que quiso ordenar mi cabello y crear una nueva imagen (¿o una nueva persona?), pagué unos vintenes, y regresé a casa.
Entré casi escondiéndome; ¡mi rostro no era mi yo, que nadie lo advirtiera! Y ya bajo la ducha, refregué mi cuerpo (para quitar los frecuentes cabellos adheridos al cuerpo después de un corte) y principalmente mi cabeza, hasta que reconocí al tacto que otra vez era yo.
Pero me queda la inquietud sobre si mi imagen -con la que todavía me reconozco-, y mi resistencia a cambiarla, no expresa la firmeza de querer conservar -no idénticamente, porque los años han pasado- el yo que abuelo, mamá y papá (que no ofició nunca de peluquero familiar) me habían impreso...
ANTES fui un muchacho que nunca usó gomina... Continúo igual de crespo (y porfiado).
Me encanta cómo conectas el "conócete a ti mismo" de Sócrates con el permiso para cambiar de opinión. En coaching esto es fundamental: la rigidez en nuestras "verdades" a menudo es el mayor obstáculo para el crecimiento. ¿Cómo recomiendas distinguir entre cambiar de opinión por apertura genuina vs. cambiar por inseguridad o presión social?
Hola! Me parece que el asunto de conocerse a si mismo implica conocer que uno es un ente cambiante, como el Barco de Teseo, que la identidad es un constructo cambiante, no fijo, y que nuestra "mente" es un conjunto de pensamientos, muchas veces inconexos y aleatoreos
Esto es demasiado real, Sebastián! Pueden existir dos verdades completamente diferentes al mismo tiempo, de eso se trata la vida! El mundo no es blanco y negro.
Esto me recordó justo a el primer post que escribí acá. Habla un poco de como la realidad es subjetiva a lo que cada quien considera "verdad". Te dejo el link por si quieres echarle un vistazo
https://open.substack.com/pub/quesmash/p/la-verdad-no-existe-o-tal-vez-si?r=1i010j&utm_campaign=post&utm_medium=web&showWelcomeOnShare=false
Pienso que LA VERDAD, COMO LA REALIDAD, ES UNA. Somos nosotros, cada uno con su perspectiva vital e histórica, que las interpreta y asume de forma distinta. Y en el diálogo e intercambio abierto, podemos acercarnos a la verdad, la realidad... Y una vez que la hayamos asentado como verdad inconmovible, desde otro momento histórico y otras herramientas de análisis, alguien (muchos) llegarán a la conclusión que las pirámides de Egipto, que todos hoy reconocemos e interpretamos de formas semejantes, en realidad serían otras "cosas" y con significados diferentes.
"E pur si muove", insistió Galileo!
Está tu verdad, mi verdad y la verdad.
Esto de autoconocerme y expresarme...
ALGUNOS DE "los muchachos de antes no usaban gomina"... Muchos, los del Río de la Plata, conocen la frase entrecomillada.
Yo era uno que no la usaba. Con mi cabello bien crespo, ese gel que en una buena peinada te dejaba el cabello tieso, no resultaba adecuado. Tenía unos 12 años, cuando por primera vez, invitado por un vecino de mi edad, acudí a una peluquería. Antes, mi cabeza había pasado por la hábiles tijeras de mi abuelo materno, y después de mamá, que heredó esas herramientas.
Yo ya conocía-reconocía mi rostro en el espejo, de memoria. ¿Era mi rostro (¿era yo?), o lo que mis antecesores habían "fabricado" conmigo, que era la materia prima?
Ya en el taller-comercio del peluquero, dejé, como siempre, que el de las tijeras hiciera. No me llamó la atención cuando en el momento de peinar me pusiera la bendita gomina. Pero el espejo me dijo: "¡Ése no sos vos, Eduardo!".
Sin atreverme a abrir la boca ante ese veterano amable, cuidadoso, y que quiso ordenar mi cabello y crear una nueva imagen (¿o una nueva persona?), pagué unos vintenes, y regresé a casa.
Entré casi escondiéndome; ¡mi rostro no era mi yo, que nadie lo advirtiera! Y ya bajo la ducha, refregué mi cuerpo (para quitar los frecuentes cabellos adheridos al cuerpo después de un corte) y principalmente mi cabeza, hasta que reconocí al tacto que otra vez era yo.
Pero me queda la inquietud sobre si mi imagen -con la que todavía me reconozco-, y mi resistencia a cambiarla, no expresa la firmeza de querer conservar -no idénticamente, porque los años han pasado- el yo que abuelo, mamá y papá (que no ofició nunca de peluquero familiar) me habían impreso...
ANTES fui un muchacho que nunca usó gomina... Continúo igual de crespo (y porfiado).
Me encanta cómo conectas el "conócete a ti mismo" de Sócrates con el permiso para cambiar de opinión. En coaching esto es fundamental: la rigidez en nuestras "verdades" a menudo es el mayor obstáculo para el crecimiento. ¿Cómo recomiendas distinguir entre cambiar de opinión por apertura genuina vs. cambiar por inseguridad o presión social?